El mensajero de las noticias

        
Mientras el entrerriano José Melchor Labín (Lavín), joven de diecisiete años, cumplía con la misión de buscar apoyo en Córdoba y encontrarse con Santiago de Liniers, virrey de la época de las invasiones inglesas que vivía en aquella ciudad después de haber dejado el cargo, el mensajero Espíndola intentaba cruzar a la banda oriental del Paraná para comunicar lo sucedido en Buenos Aires. En sus informes decía que el teniente gobernador de Santa Fe lo había auxiliado tanto en “…esta banda, como en la otra del Paraná a donde paso mañana en cumplimiento de las órdenes de V.E…”.(1)
        A los miembros de la Junta les interesaba este tipo de información para poner en práctica una serie de Instrucciones que consideraban importantes. Era de conocimiento público que toda notificación oficial proveniente de Buenos Aires sería recibida por las autoridades de Santa Fe por tener esta localidad categoría jurídica de villa. Ello no ocurría en la Bajada del Paraná. Desde tiempo atrás los vecinos de este lugar solicitaban tal jerarquía para tomar decisiones propias y resolver situaciones políticas. En los cabildos se libraban las discusiones sobre el nuevo sistema de gobierno.
        Cruzar el río Paraná tenía sus complicaciones; según relatos del viajero Robertson, debían zarpar del riacho o brazo del Salado sobre que se hallaba Santa Fe y acompañados por atléticos bogadores deslizarse doce o catorce millas hasta el Paraná. Como el río Salado desemboca al sur de donde estaba el poblado de la Bajada del Paraná, se veían obligados a bogar aguas arriba, tres millas aproximadamente, para no ser arrastrados por la corriente más abajo del punto en que debían desembarcar.
        Espíndola, el emisario, debió realizar el mismo recorrido para encontrarse con Juan Garrigó, Alcalde de la Hermandad del poblado de la Bajada del Paraná. A pesar de los impedimentos de carácter institucional, los vecinos de la banda oriental del Paraná expresaron su: “… júbilo y placer, (…) profundo respeto y sumisión por la solemne instalación de tan justificado y sabio congreso en quien veneramos la Superior autoridad…”(2). Aún estaba confuso para los habitantes del interior el sentido de la revolución.
        Algunos comentaban el primer documento firmado por la Junta. Allí decían que el objeto de sus conatos era el de la adhesión al rey Fernando VII.
        Los términos utilizados en el orden colonial seguían figurando en los oficios criollos. Cornelio Saavedra comentaba en sus Memorias que ciertos vecinos miraban con desconfianza la empresa realizada:
“…unos la creían inverificable por el poder de los españoles; otros la graduaban de locura y delirio, de cabezas desorganizadas; otros, en fin, y eran los más piadosos, nos miraban con compasión, no dudando que en breves días seríamos víctimas del poder y furor español…”.(3)
        Determinadas palabras del Presidente de la Junta llevaban a pensar que sólo la finalidad política los instó a cubrir el movimiento con el manto de Fernando VII.
        Para Baltasar Hidalgo de Cisneros la idea no pasó desapercibida, el ex virrey opinaba que todo estaba meditado y resuelto; el objetivo de los criollos era el de una absoluta independencia.
         En la actualidad los historiadores continúan indagando sobre la multiplicidad de procesos que dan un nuevo sentido al movimiento revolucionario y sobre “...las alternativas que la crisis abrió en términos de autonomías y de autogobierno...”.(4)

Continuará…



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(1) AGN. División Nacional T. XI. De José Espínola a la Junta Provisional gubernativa, Santa Fe 5 de junio de 1810. Ver Facundo Arce. Entre Ríos en los Albores de la Revolución de Mayo, Paraná, Talleres Gráficos Nueva Impresora, 1960.
(2) Ibidem, nota 5.
(3) Saavedra, Cornelio (1969), Memoria Autógrafa. Colección Nuevo Pasado, Carlos Pérez editor, Buenos Aires.
(4) Ternavasio, Marcela (2009), Temas en debate. Cfr. Posturas historiográficas de los siglos XIX y XX. Historia de la Argentina, p.72, Siglo XXI Editores, Buenos Aires.


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