Mientras tanto, en Europa

La familia de Carlos IV de Goya.

    Hacía tiempo que el reino español tenía problemas ocasionados por los conflictos bélicos. Esto afectaba la economía del gobierno ibérico y la de las colonias. Desde 1778 estaba en guerra con algún país europeo. Diecinueve años de conflictos intensos, distanciados por escasos meses de paz, complicaron la efectividad de la marina mercante que se vio afectada especialmente en el cabo de Trafalgar (Cádiz) en 1805. En ese entonces la flota británica venció a la franco-española. Esto ocasionó la reacción del francés Napoleón Bonaparte que tenía como objetivo destruir el comercio británico con el continente europeo.
    Los problemas entre Napoleón y los ingleses complicaban cada vez más la situación de los portugueses. Tanto se agravó la relación entre éstas naciones que la corte lusitana decidió trasladarse a Brasil (1808), una de sus colonias. En Portugal no fue bien recibida la decisión tomada. Podía interpretarse como una huida real o como una forma de impedir la acefalía política de la corona portuguesa. Tomada la decisión, don Juan o “dom Joao”, el príncipe regente, tuvo que partir con su demente madre, la reina María, además de su esposa la princesa Carlota Joaquina (hija mayor de Carlos IV de España) y sus pequeños hijos. Era todo un acontecimiento en esos tiempos que una corte europea se estableciera en América. A la gente le llamaba la atención la imagen y vestimenta de los reyes; el tesoro, la platería, los archivos, muebles y bibliotecas que acarreaban a su paso deslumbraban a los habitantes de los pequeños poblados. Algunos bagajes habían quedado en el puerto de partida ante el apuro que ocasionaba el avance de las tropas de Napoleón. Contaban con el apoyo del embajador inglés, quien hizo bloquear el río Tajo –llamado así por los españoles- o Tejo, — según la lengua portuguesa—, para permitir la salida de la corte lusitana. El embajador, lord Strangford, cumplía con las exigencias de respetar las cláusulas de un tratado anglo- portugués firmado años atrás. Ello le permitió seguir una carrera diplomática nada despreciable en esos tiempos; en 1810 era embajador inglés en Río de Janeiro.
      Pedro, el heredero portugués de 9 años, vivió junto a su familia los avatares de una tormenta que les arrebató la comida y el agua en medio del océano. Su madre, como todas las mujeres que los acompañaban en la travesía, debió soportar la existencia de liendres y piojos en sus cabelleras. Con la ayuda de los ingleses pudieron llegar a Bahía de Todos los Santos. No era esa ciudad la capital del virreinato lusitano. Todos sabían que la corte se dirigía a Río de Janeiro, la metrópolis elegida como lugar de residencia del regente portugués. Un cambio muy significativo en la historia de América y de Brasil. Por primera vez un monarca europeo llegaba a tierras americanas, aunque fuera reina y no estuviera en sus cabales.
    No todos veían con agrado ésta situación, en especial por los intereses políticos que surgían; la alianza británico- portuguesa producía cierto rechazo. Lo cierto es que la diplomacia lusitana pretendió evitar con esa decisión la desintegración territorial que se dio en los dominios españoles. Un nuevo imperio surgía en las tierras del palo brasil y la infanta Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII y su esposo, el príncipe regente de Portugal, eran un referente de estabilidad en una dinastía reinante que aseguraba una autonomía política a quienes deseaban continuar con las ideas monárquicas.
      Algunas hipótesis plantean el desinterés de los ingleses por los acontecimientos americanos de 1810 mientras la Junta de Gobierno actuara en nombre de Fernando VII. El entusiasmo comercial llevaba a pensar que el apoyo a los revolucionarios americanos arriesgaba la alianza con España en su lucha contra Napoleón. En un Memorial de la época se pueden leer las palabras de un Ministro que muestra la postura de los ingleses:
“…Creo que no debemos ni impulsar la independencia inmediata ni desalentar la posible independencia ya sea de toda o bien de una parte de la América española…”.(1)
    Se hablaba en Buenos Aires de una cesión a Gran Bretaña, durante la guerra, de los puertos de Montevideo y Maldonado, no sólo de los dos puertos (…), sino también el territorio entero de Colonia en la orilla izquierda del Plata, hasta el mar que se extiende al N.E.(2). Los habitantes de la Banda Oriental del Uruguay conocían el proyecto y el problema que se avecinaba con la presencia portuguesa en las tierras de Brasil.
     Las ideas políticas latentes en Europa eran tenidas en cuenta en las colonias americanas. Algunos habitantes pensaban como absolutistas ilustrados y defendían el gobierno provisorio de la Junta; otros, constitucionalistas históricos, veían al gobierno inglés como modelo; los liberales radicales se inspiraban en las ideas de la revolución francesa. En los comienzos del movimiento de emancipación americana, casi todos coincidían en el rechazo a Napoleón y la reivindicación de Fernando VII, aunque las cosas fueron cambiando con el paso del tiempo.


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NOTAS
(1) Bethell Leslie. Historia de América Latina. Memorial de lord Harrowby (1810), British Library, Sección de manuscritos, ms.Add.38360 F. 301. Barcelona, Editorial Crítica , t 5, 1991.
(2) Molina, Raúl A. Cesiones territoriales de un plan ofrecido a Inglaterra en Agosto de 1810. Ver Academia Nacional de la Historia. Tercer Congreso Internacional de Historia de América. Buenos Aires,1961.

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